¿MUSEOS POSMODERNOS?



LOS MUSEOS, EN O TRAS LA POSMODERNIDAD.

Vayamos de museos. Pero no de museos cualquiera. Visitemos los museos vivos, los museos que quieren vivir, los que desean revivir, los que en cierto modo se niegan a ser museos.
En el Extra de Arte de Babelia, El País 10 de Diciembre, Ángela Molina firma un reportaje con el título “El arte de reescribir la historia”. En efecto, partimos de la idea de que el Museo tiene la facultad de reescribir la historia, que tiene como objeto el reescribirla, que es el ente revolucionario a través del cual la historia muta. En el fondo, a lo que vamos es a la crítica del Museo tradicional, personalizada en tres muestras de interés que surgen, curiosamente, en fechas muy señaladas.

¿Cuál es la crítica en cuestión? “Las lecturas de la historia son siempre evasivas” –dice la colaboradora de Babelia cuando indaga en las nuevas filosofías que mueven al museo- (como si los museos de organización diacrónica estuviesen en este sentido condenados a la unidimensionalidad). Las nuevas colecciones, los museos, podríamos decir, buscan y se recrean en la fuga, poseen ahora una naturaleza centrífuga, es más, parece que deben poseerla. ¿Verdad o apariencia? Un asunto muy posmoderno, por cierto, este de la “dislocación” de fondos y muestras. Tal vez nos ha tomado el prejuicio del discurso contra el pasado. Una idea muy posmoderna también. Pero desde mi punto de vista, no menos cargada de prejuicios y cegueras. Resulta que ahora la colección de un museo ha de ser un coup de dés, un órdago, una modesta afirmación de existencia: fugas.
En este sentido es en el que Ángela Molina retoma las tres aventuras de los tres museos (que no son precisamente anónimos ni desconocidos, que no están fuera de los circuitos modélicos de lo que se entiende por arte, por lo último reconocido … eso, lo ultimo (algo tan, tan posmoderno) ¿Y qué es lo último sino la cola del fantoche cronológico? Al final, los prejuicios del pasado que tanto se someten a revisión, persisten, se entreveran con lo emergente, no están tan claros, ni resultan tan sinceros para con el arte.


Primero.
En el Museo Reina Sofía, según la experiencia de Borja-Villel, su director, tenemos “De la revuelta a la posmodernidad”, tercera parte de la Colección exhibida y conformada por esta institución. Ángela Molina reconoce en esta la filosofía de los nuevos tiempos, “su aceptación de que la producción y exhibición de arte va más allá de la elaboración de un objeto y su presentación en una institución”. Lo que –deberíamos decir- no anula que se haga. Siempre pienso en los infinitos creadores que quedan al margen del Museo, flotando en la sustancia informe de la sociedad: poetas, pintores, escultores, video-artistas, ciberartistas, creadores de videojuegos. Al margen de la posmodernidad. Al margen de lo que diseñe el curator, el director, el ideólogo, el museo de turno, el crítico. Y pienso en el músico callejero, el pintor de bodegones de la escuela local, el ceramista del pueblo abandonado, el graffietero, el vándalo urbano que graba sus acciones … en la red, pienso también en la red, en su emergencia directamente fruitiva.
Pero volvamos a nuestra crítico. Se trata de un claro posicionamiento, dice, contra el arte elevado –otro síntoma sin duda de la crítica posmoderna-, contra la figura de autor, contra la forma y la materia como configuradores artísticos. En fin, vanguardia aún es “ir contra”. Nos hemos movido poco, muy poco por este camino desde el siglo XIX. No sé qué pensarán ustedes.
Eso sí, nuestra autora valora en su reportaje la importancia de los procesos y de la significación, no se lo discutiremos: repetición, dispersión, dislocación, el cuerpo como herramienta creación, las tendencias deskilling, lo pobre, lo underground … donde la crítico de Babelia atina a ver “la noción posestructuralista del discurso fragmentado”. Y donde adivina –y esta es acaso la noción fundamental desde nuestro punto de vista- el pretexto de las nuevas compras realizadas por la entidad, el MNCARS. Lo que el museo busca es su propia legitimación, nada más, esta es la verdadera “tirada de dados”, la legitimación del museo como jugador de dados, como aventura, como dios. El nuevo dios del arte que juega a los dados. ¿Trucados o no?

Segundo.
El Macba, retrata bien su colaboración con la Caixa en la titulada “Volumen”. Volumen es, en cierto modo, el resultado de esa colaboración y simbiosis “mercoártística”. Idea de Bartomeu Marí, el filósofo director del museo catalán: presentar el arte desde los 50 hasta hoy. Enfocado desde la perspectiva de lo que se ha estimado sustancial e “impepinable” en el arte contemporáneo: la mercantilización del arte. Para nuestra autora existe un hueco de prestigio en esta muestra para “los falsos supervivientes de la catástrofe”, salas dedicadas a Barceló, Sicilia, Kiefer, García Sevilla. Así que, desde su punto de vista, la exposición trata de conciliar el aburguesamiento del arte y el radicalismo (en esta concitada orquestación de Molina por volver los ojos a lo revolucionario y marxista).
Destaca también en esta exhibición del Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona la prioridad que se da al sonido y a la voz: poesía sonora, instalaciones, videos, con Muntadas, Muñoz, Nauman, Oppenheim, Samuel Beckett...
La del Macba, pues, representa un ejemplo de connivencia de lo nuevo, lo revolucionario  y dislocado, con la tradición. Pero sobretodo, lo que hay a mi modo de ver, es una mayor sinceridad a la hora de poner en paralelo lo que es la colección, la filosofía y la naturaleza del nuevo arte: menos aspavientos, menos circunloquios, menos, eso, menos intenciones de configurar un futuro y de minar un pasado.

Tercero.
Claro que para el caso de aburguesamiento, suponemos, a vista de nuestra crítico, estará La Fundación Barrié de La Coruña, “La Colección” es el título de la muestra. Pintura internacional de la última década según la visión del comisario David Barro, tal cual se recogen en el reportaje: “… a pesar de que la pintura se expande o reencarna en lo escultórico, podemos seguir hablando de composición, espacio, color y ritmo”. ¡Pues claro! ¿Alguien duda realmente de estas categorías? Entonces … La crítico, sin embargo, acusa: anacronismo de coleccionar un único formato. ¡Espectacular observación! La pluralidad de formatos se convierte pues en uno de los objetivos prioritarios del Museo, el museo posmoderno claro está. Ya no vale eso de llevar a cabo el relato de la historia reciente mediante el método de ensartar firmas. Eso sí, algo salva a la muestra en última instancia, la voluntad pedagógica. Y preguntamos ¿deben los museos tener voluntad pedagógica? ¿Qué tipo de pedagogía ha de imperar? Porque a fuer de ser creativos, tal vez el museo inventivo acabe por configurar su propia pedagogía.

Conclusión.
Según Ángela Molina: “en una época en que el mercado lo invade todo, está en juego la alternativa entre la colección como atesoramiento y una cultura artística que trata de recuperar las diferentes historias para abrir nuevo futuros”.
Nuestra pregunta: ¿Ha hecho el museo algo distinto desde la existencia de los gabinetes de cosas curiosas? O ¿debe y puede el crítico “desposmodernizarse”? La quimera del museo.

Federico GALLEGO RIPOLL. Nuevo libro.








Dentro del día, acaso.


1.


Dentro del día la luz transcurre.
Es lo que dice el poeta. Dentro la luz, la luz encerrada en el frasco del día, la luz observada en su transcurrir, como ojos ávidos que contemplan el comportamiento del insecto atrapado. ¿El niño o el entomólogo? La magia de la luz en su comportamiento caprichoso yace ahí contenida. Allí puestos sus ojos, observando. Esto es el acaso, acaso. Luego, en el adentro van aconteciendo las cosas que, iluminadas, se desdoblan, enriquecen, huelen y se escuchan.

Dentro del día todo acontece pleno.
Es lo que dice el poeta. Las cosas adquieren entonces la plenitud de su ser en el presidio del día, se expanden como lo que son y no quieren ni desean ser lo que no son ni pueden. Las cosas son justamente ellas; el día, que las tiene encerradas en su caprichoso panóptico, las va mostrando, las va exhibiendo con la delicadeza de las madres: huelen su olor, suenan su son. Se muestran y desnudan, espeluznadas de luz. Pero no escapa al poeta que, al igual que las madres no miran más allá de la vida, alguien está asintiendo a esta luz de escaparate.
A esa luz del trasluz todo se aparece en la eternidad infatigable de la juventud. ¡Dichoso aquel que tenga entre sus manos el frasquito transparente! Porque de él será en cierto modo el secreto de la ilusión.

Cada ser que respira
recibe su ración de primavera
(… )
más allá de la efímera piel de la belleza
Nadie, ni nada, engaña al poeta entomólogo y niño que, expectante, persigue los movimientos de la inanidad atrapada en sus vuelos circenses. La vida tiene mucho de circo, de fuego artificial, de fiesta, de luz en fin.

Pero dentro del día la luz transcurre, y vamos
a su rueda espigando los fragmentos ardidos
disolviendo en la tarde la eternidad mentida
Todo se torna y trastorna y de la condición de eterno se desprende el velo de la mentira. La mentira ni es mala, ni maléfica, ni malévola. La mentira es simplemente la tarde en que la luz declina. ¿Y ahora? Golpeados por la verdad y la mentira, golpeados por la fatalidad y la esperanza, vamos dando vueltas al frasquito observando tercos la frugal danza. Hechizados, hipnotizados de la salomé iridiscente que se va apagando, muriendo, envejeciendo, en su contradanza: ¡ancla! –dice el poeta, como aquel otro dijo ¡luz, más luz! Ancla, repito …

que habremos de elevar con nuestro esfuerzo.

Regresamos entonces a la infancia. Aunque todo regreso sea ya infancia. Volvemos sobre los pasos de lo ardido, dice el poeta. Volver que es un empezar. Un abril.

Siempre nos vence abril por goleada,
y aguardamos la noche para cantar su ausencia
.

Ocurre entonces que necesitamos del fulgor apagado más que del apagado fulgor. Recomponemos a partir de las cenizas y con ellas forjamos, más grises si cabe, extrañas figuras, ilusionados figurantes, esperanzadas figuraciones, antes, antes de apagar la luz definitivamente e irnos a acostar. He aquí que los tomamos y las tomamos: figuras, figurantes y figuraciones, y con la precisión del entomólogo y la ilusión del niño, volvemos a guardar en otro frasco la iridiscencia marchita, en espera del mañana. Silencio, que es ya la noche.

Dentro del día, acaso, la esperanza
(…)
Abril como promesa
Y, delante del ánimo, el camino.


Es lo que dice el poeta, el poeta se llama Federico Gallego Ripoll, que es niño y entomólogo.



2.

Dentro del día, acaso. Es la última publicación del poeta Federico Gallego Ripoll (Manzanares, 1953). XXIX Premio de Poesía Ciudad de Badajoz. Ocho poemas de reflexión e intensión. Reflexión que vuelve la mirada a lo recorrido. De intensión expresa del tiempo. El pasado vuelve y se revuelve, acaso.



La reflexión de Gallego Ripoll es una reflexión, más que del tiempo, de las posibilidades que el tiempo da. El tiempo, elástico, dimanante, que permite el desandado como un recuerdo. El proyecto como la inevitable esperanza. Tiene esta poesía algo de élan vital. Distensión e intensión encuentran el punto de apoyo en la experiencia poética. El verso, el poema, el poeta mismo, se tornan transubstanciación del mundo, expresión, materialización del espíritu.
Veo a Federico y en cierto modo veo a Bergson. Es verdad. No veo únicamente al 27, Lorca, Cernuda, Aleixandre … ni veo sola y atolondrada la prosa profunda de la Zambrano. Veo, inevitablemente, al francés del bigotito, y veo la distensión-intensión del mundo concentrada en un poema. Esta creo que es la supuesta “reflexión” de la poesía última de Gallego Ripoll. Una concentración inusitada de espíritu en el punto del verso, del poema: una regreso del todo, de la experiencia del poeta, a la poesía.
Dentro del día, acaso, contiene pues ocho largos poemas de la intensión y de la extensión. Poemas del recuerdo y de la esperanza concentrados en la experiencia del ahora. Este es el uso del tiempo que el poeta nos hace. En la luz del tiempo (porque la luz permanece asociada al tiempo como luminaria del recuerdo y luminaria del proyecto) los ojos de Gallego Ripoll se posan como los del entomólogo que gusta de la historia natural, y con la avidez del niño que se llena los bolsillos de futuros. “Un recuerdo como un pañuelo blanco”, es uno de estos ocho poemas, que no es necesario referir con largueza, pero que nos dice así:
Habitan los recuerdos nuestra casa./Son lo que de nosotros nadie puede/volcar, prender, cambiar por agua fresca/o usurpar, pues su trono nada vale:/nuestro es su territorio y suyos nuestros pasos.
Estos recuerdos –dice- se pliegan en cuatro dobleces, se planchan y son el pañuelo blanco de otros tantos recuerdos: Yo tengo un recuerdo pequeño como un pañuelo blanco./ (son versos de los más intensos de este libro recoleto) A veces mi madre me dice:/“Con este pañuelo/habrás de taparme la cara cuando muera/(…) Lo terrible es que hay distintas concepciones del pañuelo, distintas rayas dibujadas por la plancha: Y es que mi madre cree que este recuerdo/está tejido con la memoria antigua de la tierra distante/de cuando cada emoción era de estreno/y pensábamos que más allá de la llanura estaba el mar/ …Calculando que en la ausencia de la luz blanca del pañuelo quizás sólo seamos el hueco donde acaso/tuvo cabida la emoción humilde/de un pañuelo doblado …/¡Este acaso! Terrible acaso.

El acaso se desnuda en otros poemas, porque los poemas son experiencia de intensión y extensión, más si cabe que de reflexión. “Los niños del Pireo” es un poema de amor que se abre a la eternidad, al pasado y al futuro en la imposibilidad del presente. Poema del recuerdo que lleva hasta una melodía, a las imágenes que retraen a la infancia en una tarde de cine, a los olores, tactos, colores vividos; al tiempo, añoranza del presente, ausencia y melancolía. Se van hilvanando las experiencias del pasado reciente y añorado y el pasado remoto y recordado. El presente incierto y melancólico y el futuro esperanzado. El futuro con su gran secreto: la posibilidad de revivir. El poeta quiere, desea que el futuro sea recuerdo. Cada inicio de estrofa en este poema nos da la clave de la melancolía de futuro ¡extraña paradoja!:
Voy a morirme un poco solamente/para ver que respiras a mi lado (…)/Un poco solamente para oír que tus pasos/siguen llenando de alma las estancias (…)/Voy a morirme sólo lo preciso/para que puedas desplegar tus alas (… )Voy a morirme tan pequeñamente/que no te des ni cuenta, y no sepas llorarme (…) Voy a morirme, amor, tan cuidadosamente/que cuando llegues tú dentro de muchos años ( …)Todo será, en cierto modo, recuerdo.

Respecto de otras experiencias poéticas de Gallego Ripoll, la poesía del acaso que ahora se inicia es una concentración de energía, no ya sólo de sensibilidad, no ya solo de palabra. Es todo el ser del poeta puesto en la materia del verso. En ese verso está “Lo aún no amanecido” que es el poema con que se inicia este libro, es decir, lo que no es todavía pero en cierto modo ya está, concentrado, dispuesto a desplegar sus alas. En ese estar las palabras heredadas, las sensaciones revividas en otras letras que no son las propias, la experiencia venida, la humanidad en fin vivida por el poeta. De manera que el poeta puede reflexionar en los dos últimos versos:
Faro quieto en el tiempo, obstinada memoria./Por cuantos fueron soy lo aún no amanecido.
En largas estrofas agrupadas en tiradas de diez y once versos de tendencia alejandrina, el poeta se entrega a la filosofía poética. A cuestionarse la herencia, lo que uno pone, lo que ha de poner y cómo lo pone en la urgencia del verso, de manera que el poeta bien puede decir, como dice el primer verso “Yo escribo con palabras que he robado a los muertos”. De manera que este robo es, después de todo, morir un poco: ¡Vivir! … para que no se pudra mi voz de estar callada.
“Las palabras” viven de esta tesitura, el ser herencia del tiempo y materia maleable en que alguien, el poeta, deja en cierto modo su ser.


Aderece el lector con un buen 27, añada el gran poder del símil, de la metáfora, y de la imagen, sobre todo de la imagen, y tendrá la dosis perfecta de lo que el poeta hereda y hace con palabras. Luego ponga el recuerdo y le nacerá el acaso, el acaso de Gallego Ripoll.
Dentro del día, acaso somos lo que somos. Dentro del día. Dentro del frasquito que alguien de mirada limpia contempla sin saber del todo el drama que se genera allá en su interior, el drama de lo translúcido que el poeta se empeña en expresar: que el día nos viene, que el acaso lo pone cada cual.