JUAN MIGUEL REDONDO

LA PINTURITIS CRÓNICA de Juan Miguel Redondo.






He tenido el gusto de ver la exposición de Juan Miguel Redondo en el Hospital de San Juan de Dios, espacio que la ciudad de Almagro dedica al arte contemporáneo. La pinturitis crónica, rezaba el rótulo de presentación. Eran grandes telas y pequeña obra sobre papel, de amplia cronología y con distintas inquietudes, pero con un fondo común que da muy buena cuenta de quién es Juan Miguel Redondo (1979) y de qué pinta en el mundo de la pintura y el arte. Me pareció obra directa, gestual y un tanto ácida, o mejor que ácida, irónica. Un espacio clásico que le venía que ni pintado, y una obra escultural, un gran círculo-puerta que colgaba en el centro de la sala como una apertura y una cerrazón al tiempo, que exorcizaba cualquier atisbo de seriedad. Al través de ella y con ella, podía el espectador enmarcar la obra y jugar a buscarle perspectivas. ¿Y cómo no iba a ser directa, y ácida, e irónica y gestual, si demuestra tener asimiladas las tendencias más informalistas del siglo pasado? Las fuentes están claras y son evidentes: el Picasso postcubista, el expresionismo americano, el informalismo de solar hispano, incluso la última de los 70 y 80. Y así, sin citas, sino con asimilación precisa, al recorrer la exposición uno recuerda además de a Picasso, a Philip Guston, a Saura, a Gordillo. Eso, ante todo pintura gestual, nerviosa, vibrante, incontenible acción sobre la superficie de la tela en una sucesión de formas y caos que van hilvanando ideas y disparates, camuflados, esperando de alguien que tire de su hilo para forzar uno tras de otro, los descubrimientos. ¿Olvidaremos acaso el comic? Ni mucho menos. ¿Y el vicioso underground? Pues no, tampoco. Porque la compulsión de imaginación es aquí imparable, inagotable y hasta casi cíclica, Juanmi puede beberse cualquier forma de expresionismo.

Escribe Amalia García muy atinadamente en el programa de presentación: “…maraña de elementos que aparecen en el caos de conductos, compartimentos, depósitos o interiores de órganos humanos extrañamente definidos, configurando ellos mismos las entrañas del cuadro, nos obliga casi de manera hipnótica a seguir la dirección para descubrirnos en otro lenguaje, el de fantasía hiperbólica. Una forma lleva a otra, un pensamiento al siguiente. Y en esa euforia contenida, en ese automatismo imparable, la pintura es el resultado de un trance, de un momento irrepetible …”

En especial, gran parte de estas pinturas me recuerdan a las “intromisiones circulares” de Gordillo, o a sus “situaciones meándricas” que con más clasicismo, con menos ironía y menos acidez, participan de la misma filosofía; la de las formas interminables y sucesivas. Bien es verdad que en Juanmi, más conceptuales, más personales, más vitales, más directas. Más francas si cabe.

Esto ha de ser la pinturitis crónica, una terrible enfermedad creativa y Jaun Miguel Redondo la padece.



Usted cierre y abra luego la puerta. Si bien la puerta está cerrada y abierta a un tiempo porque usted puede mirar a su través y ver cuanto hay al otro lado. La puerta se cierra como un círculo irregular, casi polígono. Sí, gire el picaporte y vea. Pues igual la pintura: circular, sin principio ni fin, pero con una idea constitutiva, la línea. En la línea está la fuerza expresiva de Juanmi. Es la línea la que va creando el continente contenido de su pintura. Es la línea la que va llenando el vacío. Es la línea la que delimita las masas cromáticas, es la línea quien constituye el objeto. Y es la línea la que construye el concepto.

Concepto. Hay mucho concepto en esta obra. Una exposición que se engloba bajo el título de La pinturitis crónica no puede ser por menos que conceptual. Ese vínculo indisoluble que ya demostró Guston entre expresión y concepto está aquí, latente y patente. Como la de él, esta pintura no puede tacharse de fría y racional: es una pasión crítica, una fluencia de alma que es protesta pensada y mordaz ironía. Para ello, ha de ser gestual e inmediata. Y lo es.

Qué terrible enfermedad debe de ser esta de la pinturitis, y además ¡cronificada!: un dolor perpetuo, el dolor de pintar, que es una acción, entre traumática y sarcástica, caso extraño sin duda, pero es que si no hay traumatismo, entonces, uno no ríe.

Sí, me gusta la pintura de Juan Miguel Redondo por eso, por franca, por directa, porque para padecer “pinturitis”, no hay que pensar tanto en la pintura, simplemente hay que padecerla, esto es, pintar: sentir el mundo y dolerse de mundo para reírse del mundo ¿Es que está ya la pintura cansada de artistas reflexivos? ¡Que escriban libros! -parece decir la obra de Juanmi-; eso, que los escriban, muchos ya lo hacen.