ÁNGEL PINTADO SEVILLA

Jugando a crítico
Tres reseñas ejemplares y La pincelada constitutiva.




Exposición: Cuaderno de Viajes. Ángel Pintado. Galería Artecasa. Ciudad Real. 23 de Diciembre de 2009 al 23 de enero de 2010.


Reseña crítica 1.

Ángel Pintado en Artecasa.

La obra de Ángel Pintado (Tomelloso 1955) puede resultar sobradamente reconocible y reconocida para el público de Ciudad Real. Sin embargo la presente exposición incorpora novedosas vicisitudes en su quehacer artístico. Primero por temática, ya que al que suele ser corriente motivo de inspiración, el bodegón, la naturaleza muerta, se suman ahora una notable variedad de paisajes, consecuencia ellos de sus recientes viajes por el centro, sur peninsular y norte de África. En segundo lugar, llamará la atención el tamaño de la obra expuesta, pues como corresponde a la sugerencia del título de la exposición, se trata de tablitas de pequeño formato en donde con una técnica suelta y rápida, Ángel Pintado ha hecho acopio de las experiencias estéticas de su mirar. En este sentido podríamos destacar las visiones nocturnas de la Plaza de Marraquech, las vistas de Casablanca, las marinas gaditanas, o el azafranado paisaje manchego de finales del Otoño.

No obstante, junto a esta obra en pequeño formato, pueden apreciarse también algunas de las creaciones que le han singularizado en el panorama artístico manchego, una pintura de extremada delicadeza, de factura suelta y extraordinario uso del color, cuya pretensión radical es la evocación lírica.



Reseña crítica 2.

La pincelada constitutiva de Ángel Pintado.

Me disculparán si les digo algo tan trivial como que la pintura de Ángel Pintado (Tomelloso 1955) es todo pincelada. Pero así es. Esa pincelada que trae los ecos de la gran pintura del XIX, marginada y machacada por los críticos de turno, embelesados en las efervescencias de las vanguardias, rigurosos censores de lo que no parece nuevo. Ahora que la tormenta moderna amaina y la posmodernidad nos deja un “pues si todo vale …”, ahora que la pintura del XIX ha sido elevada a los altares del Prado, se renuevan los ecos de aquel acontecer. Ángel Pintado acontece entonces. Acontece también su pincelada que trae trasiegos de pinazos y fortunys. Pero no, no se equivoquen, la de Ángel Pintado es una pincelada sensata, muy llena de siglo XX, al margen del obtuso sentimentalismo que puede guiar a aquellos. Observen la fluidez del pincel sorollano. Se va por los derroteros de su apetencia creando el magma luminoso del lienzo, un sorolla es Sorolla, él mismo. Igual con Pinazo, o con Regoyos. Por el contrario, la de Ángel es una pincelada constitutiva, es decir, un cuadro suyo no es él, es, curiosamente, “lo pintado”: constitución.



Reseña crítica 3.

Ángel Pintado o la rotunda fragilidad.

Me he deslizado por un momento en la Exposición de Ángel Pintado y he descubierto, casi sin quererlo, su ínsita cualidad: la pintura flota y se constituye, va dando sentido a los elementos que, no obstante, carecen de la solidez matérica, carecen del continuo, carecen del lugar, del recipiente. La luz, las cosas, los colores de estos cuadros, por eso, flotan en la nada de la tabla, parecen frágiles, son como lábiles destellos tomados en un momento de azar, amenazan con desaparecer, y como espectadores, respiramos delicadamente ante sus cuadros en tanto emanan y se muestran vivos ¿No han observado el cambio drástico de su física respiración? ¿Acaso no se percatan del miedo a respirar que les inunda? Ahí reside el equilibrio de esta pintura que a veces se fragmenta, se hace frágil, delicada, flor de un día. Es rotunda no obstante en las composiciones de gran tamaño, bodegones donde nunca puede faltar la puntilla, el elemento delicado, el color tránsfuga y sugerente. Curiosa, llena de dinamismo en las composiciones de pequeño formato. Saldrá el espectador con la estrechez y compungimiento de haberse movido en un paraíso de “naturalezas excesivamente delicadas”.





La pincelada constitutiva de Ángel Pintado.


Me disculparán si les digo algo tan trivial como que la pintura de Ángel Pintado (Tomelloso, 1955) es todo pincelada. Pero así es. Esa pincelada que trae los ecos de la gran pintura del XIX, marginada y machacada por los críticos de turno, embelesados en las efervescencias de las vanguardias, rigurosos censores de lo que no parece nuevo. Ahora que la tormenta moderna amaina y la posmodernidad nos deja un “pues si todo vale …”, ahora que la pintura del XIX, después del destierro, ha sido elevada a los altares del Prado, se renuevan los ecos de aquel acontecer. Ángel Pintado acontece entonces. Acontece también su pincelada que trae trasiegos de pinazos y fortunys. Pero no, no se equivoquen, de ahí que quisiera empezar por esa trivialidad tan gratuita: la de Pintado es una pincelada sensata, llena de siglo XX, al margen del obtuso sentimentalismo que puede guiar la mano de un pintor del XIX. No digo que los decimonónicos fuesen, por lo tanto, unos insensatos, no, es que su pintura estaba sacada más bien de la carne, del sentimiento, rezumaba hipersensibilidad. Observen la fluidez del pincel sorollano. Se va por los derroteros de su propia apetencia creando el magma luminoso del lienzo, un sorolla es él, él mismo. Igual ocurre con el hacer de Pinazo, o con Regoyos. Por el contrario, la de Ángel es una pincelada constitutiva, es decir, un cuadro suyo no es él, es, curiosamente, lo pintado. Decir esto, es ya menos trivial ¿verdad? La pincelada constituye el cuadro, constituye sus cosas, sus elementos. No que lo construye, nada constructivo hay en Pintado, lo que hay es “constitución”, como esas moléculas que van conformando un mundo, una sustancia, un elemento, pero miradas al detalle parecen flotar, y se sujetan por fuerzas invisibles e irreversibles. Aquí son fuerzas que sostienen el color, que lo hacen convivir en ese oxigenado espaciado espacio. La pintura flota y constituye, va dando sentido a los elementos que, no obstante carecen de la solidez matérica, carecen del continuo, carecen del lugar, del recipiente. La luz, las cosas, los colores de estos cuadros, por eso, flotan en la nada de la tabla, parecen frágiles, son como lábiles destellos tomados en un momento de azar, amenazan con desaparecer, y como espectadores, respiramos delicadamente ante sus cuadros, no sea que todo se desmorone. ¿No han sentido el cambio drástico de su física respiración? Ahí reside el equilibrio de su pintura que a veces se fragmenta, se hace frágil. Es rotunda no obstante en las composiciones de gran tamaño, bodegones donde nunca puede faltar la puntilla, el elemento delicado. Es curiosa, llena de dinamismo en las composiciones de pequeño formato. Pero se pierde, se difumina en las de mediano …