PEPE CARRETERO

CONSAGRACIÓN DE PEPE CARRETERO Y CINCO MOMENTOS.



Introducción e insuficiencia.

He visto la muestra de Pepe Carretero en el Museo López Torres de Tomelloso (Abril-Mayo 2010). Pepe Carretero es ante todo un alma inquieta inoculada en sus cuadros. Contrasta en cierto modo con la vecina quietud de las reposadas obras de López Torres. Y si López Torres es un hombre al que le costaba salir de sí, a Pepe Carretero es como si no le costase, porque, parece, en eso consiste su sustancia, en salir de sí. Se ha dicho que algo se oculta soterrado en las fáciles imágenes de López Torres, algo que es difícil de percibir y que le ha hecho pasar, injustamente, por un buen pintor provinciano. Demasía aflora en Pepe Carretero, mana a borbotones y me atrevería a decir que, paradójicamente, con insuficiencia para darse. A lo mejor aquí coinciden uno y otro, en esa insuficiencia. La de López porque da lo justito y menos; la de Pepe porque para él, es como si la imagen no diera lo suficiente.

Y en el terrible ejercicio de la insuficiencia, no es extraño que hilados discursos discurran por los lienzos, acompañen a sus figuras, completen la psicología. Por esas palabras que forman parte de la composición, del cuadro, borbotea el propio Pepe Carretero. Son en cierto modo, sin ser collages reales, “collages de psicología”, “collages locuaces” de lo que la imagen no llega a dar.

                                                                                                      La familia

El detalle.

Sí, el detalle. No sabremos de cierto si es detalle de la cosa o detalle del pintar, de la pintura. No sabremos de cierto si es que la cosa y la pintura comparten algo y ese algo que comparten es el detalle. Yo veo una guinda sobre un gran pastel. No se si la guinda es el círculo rojo que hace la pintura en su excusa, o es la guinda la que hace la pintura.

La obra de Carretero se salpica de detalles. Es detallista del carácter de esas guindas que coronan el pastel. A veces, hasta se convierte el detalle en átomo de sentimiento. Y entonces en el detalle coinciden, se abrazan o, mejor, son atenazadas, pintura, cosa y sentimiento. Esto es terrible, porque supura entonces la trilogía de la pintura de Pepe Carretero: hacer pintura, pintar cosas, sentir las cosas como pintura. Y el retruécano: las cosas se hacen pintura, pintarlas es sentirlas y sentir es pintar ...



Perspectiva.

Naturalmente que Pepe Carretero tiene un secreto. Con el secreto se consiguen grandes sorpresas. Uno de los secretos de Pepe Carretero es la perspectiva. Nos sorprende su pintura cuando nos da tales perspectivas, a nosotros los espectadores, que observamos las escenas vapuleados por el espacio en que hemos sido colocados. Desde arriba se ven mejor las cosas, es decir, se ve mejor la pintura, se ve mejor el sentimiento y se ven mejor las cosas. Casi cenitales, casi caballeras, tiene el espectador, casi, la visión celestial para tocar lo humano, y para trocarlo es su perspectiva. Es más, no perspectiva, sino perspectivas, combinación de espacios, de dimensiones, porque al ser la perspectiva una cuestión de la cosa-pintura-sentimiento, ocurre que a distinta perspectiva, a plurales perspectivas, distintos sentimientos, cosas y pintura; es decir, mucho más que decir, incontinencia; insuficiencia.

La espacialidad en los cuadros de Pepe Carretero es asunto muy a tener en cuenta. El espacio trastoca, no los objetos, sino la psicología de los objetos. Este espacio es el ansia de comunicar, de ser fuente surtidor hacia el espectador: “Ven, ponte aquí que yo voy a decirte”, es decir, nos pone en situación a nosotros, los espectadores.



La línea.

La línea irreverente vaca y expresa. La línea no se conforma con ser línea y quiere más. Quiere ser pintura, quiere ser sombra, y quiere ser cosa, y quiere ser sentimiento, y quiere ser espacio. Uno tiene la impresión de que cuando contempla los cuadros de Pepe Carretero, lo que contempla es una insinuante sucesión de líneas que juegan a pintura, a cosa, a sentimiento y a espacio.

Es la suya la línea que no quiso ser cubista. La línea que no quiso delimitar, la línea que renunció a su naturaleza, la línea que se extralimita, la línea proteica que toma diversos cuerpos.



Psicología.

Ex profundis va manando una sucesión de psicologías. Las cosas, las personas, el pintor. El espacio, el color. Mundos sentientes todos que interactúan, que generan roces, incongruencias, reluctancias. Emanaciones latentes que lentamente llegan al espectador, lo toman, que generan guerras latentes, conflictos subyacentes a las cosas, las personas, los espacios. El espectador es un atropellado recipiente de estos mundos ambivalentes que permanecen en el lienzo y emanan de él. Salen y le zarandean. Por eso, ante la obra de Pepe Carretero hay que dejarse zarandear, de lo contrario, uno no puede ser espectador, y Pepe, por sobre todas las cosas, lo que quiere es que lo seamos... mudos espectadores de su mundo que nos llegará insuficientemente.

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