¿La romántica aspiración de crear la vida?
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Eduardo Kac, Natural History of the Enigma, transgenic flower with artist's own DNA expressed in the red veins, 2003/2008. Collection Weisman Art Museum. Photo: Rik Sferra |
Mucho han cambiado las cosas desde que Leonardo
hiciera de la Pintura la ciencia más excelsa, el más alto de los procedimientos
técnicos, la fehaciente demostración de los elevados conocimientos a que el
autor, el creador, ha llegado, sobre la naturaleza y sobre el arte. Entonces,
las artes eran las artes de la visión y de las letras, en continuo parangón y
arrobo, enfrentadas, enamoradas. Hoy, al socaire de diversas manifestaciones y
mistificaciones, las artes se han ido diversificando, pluralizando,
descomponiendo y multiplicando. Pero en todas ellas, sea la performance, sea en
la pintura, el video-arte, el cine, el teatro o la poesía, el arte algorítmico
o el land-art, sea por el conceptual o el näif, el body art o el collage más o
menos sofisticado, el artista sigue demostrando su valía, y a ser posible lo
que sabe, sin apartarse un ápice de la capacidad de sorprender, esto es, de ser
novedoso. No hay que conformarse ya con hacer arte, hay que hacer arte nuevo,
nuevo arte.
Por
esto, y mucho más, existen personalidades como Eduardo Kac, artista que pasa
por ser el padre del Bioarte, una de esas plurales manifestaciones del arte.
Otra incursión postromántica en la Naturaleza, otro ánimo explorador de su
infinitud y riqueza, amor excelso por la novedad. Otro aledaño más al mito del
monstruo de Frankenstein. Fruto (o mejor fuera decir flor) de esta amarga
desazón del hombre contemporáneo que es hijo de la naturaleza, al tiempo que
pretende ser padre de la misma. En estas inquietudes descansa “Natural History
of the Enigma” el gran proyecto del bioartista Eduardo Kac, su gran engendro,
nunca mejor dicho, su criatura: una
petunia que se llama Edunia, el enigma vivo de la vida que Kac ha logrado volcar
en el arte.
El arte, en efecto, no se encuentra
en la Naturaleza. He aquí la generosidad de este ser que llamamos humano, ser
natural capaz de generar cosas no naturales para volverlas al apeiron, al arché.
La petunia es un ser de esa naturaleza, un hermoso ser vivo, fragilidad del
color, amiga del hombre que habita sus jardines tras de la domesticación.
Planta de compañía, belleza fiel como pocas.
De
repente, Edunia nos sorprende. He aquí una petunia que lleva la sangre de Kac,
una criatura mixta, un engendro, un cruce de planta y hombre. La petunia se
encontraba en la naturaleza, pero ahora, Edunia nos pone en el eje de fuga de
cualquier naturalismo, de cualquier mimesis. Ya no nos conformamos con pintar
un bonito paisaje. No nos satisface transformar el paisaje tras de una
intervención lírica, o agresiva, sobre el “land”. Ahora lo generamos, lo
creamos desde nuestro propio código genético. Edunia es un, o una, “plantimal”
–así la ha llamado Kac-, una mezcla de planta y animal, un nuevo ser no
natural, ni domesticado, ni artificial. Dos especies diferentes han venido a
Edunia, experimento de biología genética. La flor tiene pétalos rosas y unas
venitas rojas que son expresión del DNA del autor: “The Edunia expresses my DNA exclusively in its red veins” –dice-. La
manipulación genética y molecular ha conseguido que por esta petunia corra
sangre humana, sangre de artista, cosa siempre mucho mejor que haberla abonado
simplemente con el producto del otro gran artista que fue Piero Manzoni.
Pero
no vayamos más allá en este sentido. Dejemos estos dislates genéticos y
moleculares para los científicos, a los debates que por sí generan la
manipulación de los genes humanos con vistas experimentales. ¿Qué importancia
ha de tener esto en comparación con la magnifica ciencia del arte, la
magnificencia del arte.
Estamos lejos, como hemos dicho, muy
lejos de la mimesis que suele presidir la creación artística. Colocada en la
realidad, es la propia realidad la que da a Edunia la condición de terrible, de
obra terrible. Es que Kac juega con el terror, o en su caso con el horror. ¿O
lo llamaremos esperanza? Lo que sí está claro es que su autor no juega solo con
el arte. Juega mucho, demasiado con la realidad. ¡Desde luego que esto ha
ocurrido siempre en el arte! El arte interviene en la vida. Y la vida en el arte.
Pero no podemos negar que este juego se ha vuelto extremado en el bioartista
americano. ¡Oh abstruso romanticismo que después del conceptualismo vuelves,
reviertes en tu versión de artista forjador del sublime! El creador de la vida
que el artista romántico es, tal vez sea una pista que logre separar algún día
el arte posmoderno del nuevo arte, ese que ahora llamamos emergente.
No es solo que la ciencia genética y la
biología molecular, que la manipulación de la vida, pasen a ser posibilidades
del artista, herramientas del arte. ¡La vida! La novela del artista, Balzac,
Wilde, Shelley, quienes novelaron sobre la posibilidad de generar la vida se
quedaron cortos. Es como si el sueño del artista, la novela del artista se
hubiese cumplido, hubiese llegado a su término. Ahora podemos concluir que Dolly
tenía algo de arte, de producto artístico y que ante nosotros se abre el vasto
campo de la creación de la vida.
No venía gratuitamente el comentario
que hemos hecho de Piero Manzoni, no. Eduardo Kac, en su exposición, exposición
que ha llegado hasta Barcelona, pone a la venta sobres con semillas de esta
precisa obra artística. Estos sobres que guardan la simiente de Edunia, no cabe
duda, estrechan la capacidad de catalogación de la obra por parte de la
crítica, lo que demuestra su carácter novedoso, su aspiración a la novedad, su
herencia moderna y vanguardista. Yo me atrevo a aventurar una; para mí son
“vivas esculturas potenciales”, gérmenes del arte, que, como la vida misma,
están sometidas al devenir, a la suerte, al azar. Ejemplo evanescente del
“horticularte” que todos podemos practicar, como practicamos la agricultura por
la bonanza de Ceres. Solo que Ceres es ahora Kac.
Pero
no solo las semillas son parte de la obra de arte que es Edunia. Edunia es, o
al menos se la presenta así, una escultura que ocupa un espacio tridimiensional
allí donde se la expone. Es una escultura viviente, natural, cambiante, movible,
que necesita de la luz natural y de agua, es decir, alimento, que florece y se
marchita. En cierto modo es la Galatea de Pigmalión. Pero Edunia es también sus
fotografías, sus pinturas … todo el cosmos que se mueve entorno de la flor,
inclusive el negocio o la posibilidad del negocio, es decir, es mercado del
arte. Si me apuran, arte conceptual que reflexiona sobre el mercado del arte y
el marketing que lleva aparejado, y como arte se extiende a través del
sensacionalismo que causa en los periódicos y en los noticiarios. Publicista,
fotógrafo, investigador, biólogo … artista, Kac supera sin duda, el tópico de
Leonardo. Y si bien Leornardo aspiró a conocer la naturaleza y a mostrárnosla embellecida
–lo que no deja de ser la mimesis- Kac aspira a crearla, a darla nueva y hecha.
La obra adquiere así tintes de mistificación,
de mezcla, de indeterminación. A los procedimientos científicos se unen los
procedimientos tecnológicos, además de los artesanales y meramente creativos.
Edunia, como obra de arte, es también inseparable de la tecnología digital, es
una expresión de dicho arte. Lo que demuestra que hoy en día, el arte no
termina en la obra, sino que se prolonga en la divulgación, en la polémica, en
el comentario, en la noticia, en su trascender mediático. Es inevitable al arte
su carácter proteico, multiplicador de las posibilidades, y esto es algo que el
bioarte, tal cual lo entiende Kac, le debe a la tecnología digital y a la era
de internet.
Pese a todo, vuelve la naturaleza. Recuerda
Edunia las maravillosas elucubraciones, otras quimeras tan distintas de
Frankenstein, que fijaron los parecidos y hermanamientos entre las plantas y
los seres humanos. Recuerde el lector a Acimboldo o a los Ents de Tolkien, pero
también todos aquellos tratados de la modernidad que hacían del hombre un ser
paralelo de las plantas, alejado de la máquina, tal cual lo concibiera La
Mettrie (influencia que el propio Kac reconoce) y a los que hacían de las
plantas manifestaciones de lo humano. Edunia, bajo sus pétalos rosas y bajo sus
venas sanguinolentas sigue recordándonos dónde estamos y qué somos realmente.
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