MIGUEL NIETO



VASIJAS versus ARTE

Hace ya la friolera de once años, con motivo de una interesane exposición de las vasijas de Miguel Nieto en el Gran Teatro de Manzanares, tuve la oportunidad de escribir lo siguiente:

VASIJAS DE MIGUEL NIETO. Gran Teatro del 9 al 23 de Abril.

Una treintena de piezas cerámicas en un espacio diáfano y pulcramente iluminado: eso no es todo lo que nos posibilita apreciar la exposición de Miguel Nieto, por cierto, una exposición de obra experimental cuyos resultados son redondos y más que dignos.

Vasijas casi todas, en efecto, pero todas bultos antropomórficos (representan la figura humana) y zoomórficos (animales). De esta manera, creo yo, Miguel no ha querido renunciar a dos fundamentos genealógicos de su obra, de un lado lo que podríamos llamar el “vasijismo”, y de otro lado lo que bien podría decirse “esculturalismo por modelado”.

Es así que, en casi todas estas obras, no hay ausencia de los distintivos “vasiformes” tales que el hueco-vacío, las asas, la boca o la base, aunque hayan dejado de ser funcionales para convertirse en metáforas estéticas. Además, la técnica es de un apasionado reconocimiento a la tradición cerámica, a tal extremo que, este modelado por añadido de tiras, nos remonta hasta el primer neolítico. Por cierto, que ya en fechas tan tempranas se utilizó la forma humana como guía del soporte, jugando con “panzas”, asas, carenados, boca para metamorfosearlos en cuerpos, brazos, bustos, rostros, vestimentas.

También como resultado de esta alabanza a la técnica de la “vasijería”, Miguel Nieto aplica óxidos, en rosa, azul, verde o amarillo con muy inusuales resultados cromáticos, o sobre barro fino el engobe en muy breve cantidad. Y por supuesto actúa sobre el vaso, sumándole tiras, añadiéndole bolas (decoración excisa) o marcando con incisiones y salientes repujados (decoración incisa), en todo punto técnicas decorativas muy antiguas.

Mas no todo queda en este “vasijismo”, pues probablemente lo más llamativo de la obra expuesta, desde mi punto de vista, sea tal vez el tratamiento escultural de las piezas. Primero porque parte de una concepción espacial propia del bulto redondo, de manera que los vasos han nacido –unido además a su nula funcionalidad- para ser contemplados, pese a su atrofia frontal (el hecho de que el peso de su observación exija frontalidad). Es también el caso que en la obra es muy acusada la creatividad: apenas hay dos vasijas similares. El propio autor señalaba, en conversación, que es en el momento de la acción cuando la obra se va resolviendo en sus formas, como si el barro pidiese (¿o su propia sensibilidad?) el camino a seguir.

Aunque más y mejor fruto de este “esculturalismo” es la inclusión en su obra de valores plásticos que en cierto modo son ajenos a la técnica cerámica, que le hacen cobrar una cierta singularidad; tales son la textura (resultado de las mezclas del barro con arenas), el modo de las incisiones, las formas de los añadidos, el aplique del óxido, la reutilización de lenguajes de distintas culturas, el breve y personal toque del revoque, el de la pieza como rostro y la presencia de formas puras en su rotundidad primitiva. A este respecto merece especial atención la calidad táctil de la pieza, que a veces convive con el brillo del óxido o el breve halo de color (calidad visual).

Así es como llegamos a una síntesis personal, a una especie de “Personal primitivismo”, en donde a la sensación de impacto, propio de estas formas, se superpone un toque cálido y suave, del bien saber amar la forma a la vez que se la decora.

No sabemos pues si estamos ante un elogio de la cerámica o ante una utilización de ésta con fines estéticos. Al menos nos queda el derecho a gozar del resultado.

Es curioso, el tiempo nos tiene guardados extraños designios; es lo que hace, tal vez que ahora me haya atrevido a escribir lo siguiente:

HOMENAJE A MIGUEL NIETO Y CERÁMICAS Y DIBUJOS.


Son muy valiosas las iniciativas de este tipo. Yo diría más, diría que son necesarias y obligadas. Porque actúan como un cachito de memoria que no se debe de perder y que se graba más y más fuerte en el surco de la historia de nuestra localidad. Se trata ahora de rescatar y homenajear la personalidad creativa de Miguel Nieto, muerto en trágicas circunstancias el pasado año. Ya tuvimos un sabroso prólogo con la exposición celebrada en la Biblioteca Municipal Lope de Vega el pasado mes de Octubre; ahora hemos tenido la exposición de cerámica y de dibujos de Miguel Nieto, y veintiuna obras homenaje de tantos conciudadanos y amigos. Como dice el objeto-poema de Mercedes Sánchez Cantalejo, lanzando un porqué herido al futuro y al presente, interrogando cómo puede el alma creadora dejar la creación, lo creado, los amigos, el presente.

Miguel Nieto fue uno de esos artistas polifacéticos, con una extraña y peculiar sensibilidad que se disparaba centrífuga por las materias y disciplinas más diversas. Miguel llevaba dentro genio de artista. Pero acaso su humildad, sus entrecortados impulsos no lo hacían tan expansivo, tan expresivo, como sentiente, desde un punto de vista meramente expositivo, le faltó continuidad. Esto no le exime sin embargo de ser una sustancial veta artística en Manzanares.

Dentro de su obra productiva, fueron muy singulares sus dibujos y pinturas. De una curiosa personalidad, sometida al vaivén de las formas populares del 70 y del 80. Esta exposición, que se ha celebrado en el Gran Teatro, del 11 al 27 de Febrero, lo ha hecho evidente. Pero es, sobretodo en la cerámica, donde acaso Miguel tomó un camino más serio, más artístico y más logrado.

Con un montaje sereno y pulcro, en el que colaboraron sus amigos, los artistas Condés y Juan Sánchez, se expuso su obra cerámica y de dibujo, en la planta baja. La planta superior se dejaba para las obra de otros artistas que pretendían homenajearlo.




Los dibujos, de diversas técnicas, ya aguadas, ya grabados, ya grafito; y en diversos soportes, que iban desde el cartón hasta la madera, era ante todo obra de pequeño formato, pero plural también, el rectángulo acusado, el cuadrado, el círculo. Mostraban ya en esta previa auscultación de la forma, que ante todo, Miguel Nieto era un decorador, un hombre de espacio, una, digamos, “sensibilidad preliminar”, empezaba sus obras por la forma que las iba a contener. En cuanto a la resolución, hay en estos dibujos un acusado “planismo” herencia tal vez de un formalismo postcubista que estuvo muy en boga entre quienes ya pintaban en los años 60, y que se extendió por la primeras generaciones de artistas manzanareños tal que López de los Mozos, Giraldo, Fernández Arroyo; o propiamente Condés, Juan Sánchez o Manuel Fernández, algunos de ellos representados ahora como homenajeadores. Pero si cabe, a estos dibujos, a estas cabezas arlequinescas, a estos rostros angulados y caprichosos, entre apáticos de expresión y expresivos de la profundidad, a estas figuras de cuerpo entero con un mucho de legassianas, lo que les da sentido es la línea. Ni que decir tiene que la línea era para Miguel el fundamento de la creación, incluso sus cerámicas lo proclaman. Hay en sus dibujos una doble naturaleza, el plano y la línea; y ambas se necesitan, serían incapaces de sobrevivir la una sin la otra. Todo lo demás es accesorio, el color, o la sombra. Esta “forma constitutiva” se mantiene presente en toda su obra, en los dibujos de finales de los 80, de los 90 y en las creaciones del nuevo milenio. Son un reclamo del preciso límite, y tienden a un minimalismo sustancial, tienden cada vez más a la sinopsis de la expresividad humana en la que solo a veces la nota de color tiende a introducir una ajena sensación lírica.

Las cerámicas de Miguel son, por su parte, dechados de volumen y línea. Lo que era el plano en el dibujo, es ahora el volumen de la vasija. Y en esa interesante relación de línea expresiva y espacio recipiente se manifiesta no ya un interés por la cerámica, sino por las capacidades expresivas de esta. Y en fin, dado el carácter que toman sus investigaciones, en realidad su preocupación última fue, en realidad, la escultura. Las piezas cerámicas de Miguel Nieto son piezas escultóricas, rotundas y expresivas merced a esa dicotomía. De ahí que la figura humana, el rostro humano, la cabeza humana se conviertan en tema recurrente, el tema que sobrevuela el mero vasijismo para introducirlo en los ámbitos de la artisticidad plena. En estas formas, la línea toma hechura de decorado exciso, materia de barro, que se añade al volumen en tiras y grumos y dibuja sobre él, o se recrea en impostaciones de materia. En tanto, asas y pitorros se suman a la formalidad general antropomorfa. Tampoco se olvida nuestro autor de la decoración incisa, que, menos aparatosa, se apresta a la versión expresiva.

Es verdad que estas creaciones, últimas creaciones en las que trabajara Miguel, alumbraban ya un claro geometrismo, otra tendencia que convierte estas figuras, casi, en máscaras que viven al margen del mero “vasijismo” configurando formas de capricho. Estas tendencias caprichosas, fantasías a veces, nos retrotraen a culturas lejanas tanto en el espacio como en el tiempo. En fin, la componenda escultórica de Miguel apuntaba a una liberación de los vasiforme, acaso hacia una liberación de la propia cerámica en favor de la escultura.


Sirva esto pues como mi propio homenaje a Miguel, Miguel Nieto. El hombre de las vasijas que guardan alma.