"EL JOVEN RIBERA". Un vademecum elemental.

Iniciativas interesantes. Contrastes reveladores. Esta exposición rehabilita al Ribera de antes de Ribera. Pone en genio a un pintor genial que se ha quedado a la sombra de los en exceso geniales. Debate, polémica. ¿Pintura española? ¿Naturalismo? ¿Caravaggismo? Ribera vis a vis: el de la firma orgullosa, el del cuadro anónimo. Pintorazo, no quepa duda... Por él, es por él que la exposición no falla, no puede fallar ... Y en efecto, "El joven Ribera" en el Museo del Prado, pese al exceso de especialización, ha sido un notable acierto. En ese acierto conviene no olvidar que junto a esta muestra está la permanente. Juzgue y compare.




PREVIOS DATOS DE INTERÉS PARA LA EXPOSICIÓN “EL JOVEN RIBERA”.

Resulta a la par que chocante, interesante, muy interesante, tener esta exposición temporal justo al lado de las obras reconocidas, las de la exposición permanente del Museo del Prado, en las que sí está bastante clara la autoría, sobre todo, cargadas de esa rúbrica singular que dice Jusepe de Ribera, español.
Las primeras son 32 obras nada vistas, ejecutadas por Ribera entre 1612 y 1624, en la que al parecer El martirio de San Lorenzo es la rutilante estrella.
Motivos para realizar esta exposición los habría, pero la historia respira de un proceso más lento y pragmático. Podríamos decir que se inició con la compra de La resurrección de Lázaro por el Prado, a instancias de José Milicua, ahora, comisario de la exposición junto con Javier Portús. Aquella adquisición aprovechó la subasta de una famosa galería neoyorkina celebrada en el 2001. Se vino a poner así una pica aventurada en la desconocida juventud de un excepcional pintor, por donde enriquecer la oferta del Prado.
A nivel de historia del arte, de filosofía, esta exposición tiene su base ideológica no solo en los interesantes juicios, apreciaciones y estudios del Señor Milicua, sino también en los estudios que últimamente ha desarrollado uno de los atroces perseguidores de la juvenil actividad de Ribera, Giani Papi.
Según Calvo Serraller [Vida & Artes, El País, 2 Abril 2011], la muestra es clave para comprender la identidad artística de Ribera, del caravaggismo internacional y de la escuela de lo español y de la pintura española, del naturalismo español. Pero tanta tesis, tan compleja si cabe, variada, tan histórica, pone excesivos compartimentos estancos, ítems y penoso rigor en un trayecto que debería ser de puro gozo. La exposición es un trayecto de recovecos, paréntesis y suposiciones. No es extraño que haya quien piense que “concebida como un constructo adolece de cierta rigidez … al ir forzada por la tesis que trata de acreditar …” Lo dice Alejandro S. Peinado en La Gaceta, 2 de Abril de 2011.
No hay que olvidar que los trabajos de Giani Papi han ido rescatando al joven Ribera a partir de obras que yacían bajo el disfraz de otros autores coetáneos, por caso el llamado “maestro del Juicio de Salomón” ¡Esa perversa costumbre de no firmar hasta ser artesano reconocido! Que la geografía italiana recorrida por el españolito abría a diversas influencias y perspectivas; en fin, que el desconocimiento hace a cualquier tema complejo. Y por supuesto que esta exposición ayuda a la comprensión de uno de los grandes de todos los tiempos.
Hay algo, sin embargo, que no puede escapar al avisado espectador, es el encrespado vigor con que Jusepe tomó el caravaggismo naciente, un vigor que habla a las claras de lo fácil que se hacía esta predisposición a una mentalidad hispana.

ALGUNAS FECHAS INTERESANTES PARA UN JOVEN RIBERA.

Nace en 1588, en Játiva. Es el segundo hijo de Simón de Ribera, zapatero, natural de Ruzafa. Aquí se acabaron los documentos que puedan acreditar algo interesante sobre la tierna vida de nuestro artista. Según Palomino recibió educación artística de la mano de Ribalta. Es tan posible como poco probable.
Posible, muy posible es que en fecha temprana como 1610 estuviese ya en la Lombardía y en Parma, donde estudiaría al detalle la obra de Correggio. Fruto de estos atrevimientos es Limosna de San Martín.
Lo que sí se sabe de cierto es que en 1615 lo tenemos ya en Roma, residiendo en la Calle Margutta. Entre sus frutos son alabados Los cinco sentidos, serie de cinco cuadros de figuras alegóricas de medio cuerpo. Ya estas le dan cierto renombre. Del mismo modo pintaría el Descendimiento, obra digna y alabable. Este reconocimiento tal vez tenga que ver con su conexión con la Academia de San Lucas, sin poder certificarse si fuese miembro de ella.
En 1616 lo tenemos ya en Nápoles donde sucesivos virreyes ejercerán un estimulador mecenazgo del artista: Don Pedro Téllez Girón, o el cardenal Gaspar de Borja. El primero, tras su regreso a España, extenderá su fama de pintor por la patria que le vio nacer.
No obstante no habrá obra firmada hasta 1921. Son un San Jerónimo y un San Pedro penitente.
Documentos de 1622 demuestran que el pintor tiene ya una notable posición, alta estima, favor y reconocimiento, entre los pintores y la aristocracia local. Uno de los grandes frutos de esta actividad pictórica es el Martirio de San Bartolomé, obra de 1624 que contaba con el mecenazgo de Filiberto de Saboya, primo de Felipe IV.





PERTINENCIAS E IMPERTINENCIAS.

Desde luego que es conveniente, como afirma Calvo Serraller, introducirse, vía el joven Ribera, en el debate de la posibilidad de la existencia de una escuela española, es más, de una escuela naturalista española. Aunque hablar del naturalismo en esta tesitura es hablar de Caravaggio, y entonces el supuesto naturalismo y/o españolismo, se torna problema de caravaggismo. Y en efecto, Ribera se despliega como uno de los prontos seguidores del modo de hacer de Caravaggio.
Algo de esto pueden acreditar sus pinturas sobre los sentidos. La media figura, la no exención de lo alegórico, el claroscuro, la copia del natural, la economía de medios, el regusto por lo grosero, las perspectivas difíciles con sutiles juegos de escorzo; también hay que decirlo, la deleitación en las uñas sucias y en las profundas arrugas de la frente que más parecen surcos. Este es el genial Ribera.
Si sus juveniles obras muestran ya una predisposición a la aceptación de este extremo claroscuro, de este irreverente naturalismo es cosas que el visitante habrá de experimentar con el alma en vilo y no escasa y sutil sensibilidad.




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