De "Invisible" y espectros.



Tópicos: Fantasmas y Teoría de la novela. Además, una visión de Enrique Vila-Matas.


Castillo con fantasmas.

Los fantasmas de Paul Auster merodean, impertinentes, por sus novelas. Arrastran sus pesadas cadenas una y otra vez. Aparecen insólitos cuando menos se espera. Acechan en trasteros, corredores, galerías, escaleras. Y si no, su presencia se siente, se los siente atisbar, vigilar, y de vez en cuando hasta castigar en las ciudades de cristal, en las habitaciones cerradas, en Riverside.
Son los tópicos de su castillo novelado, los típicos fantasmas para turistas lectores. El escritor un tanto maldito, la literatura, la Universidad o el profesor de universidad, el intelectual marginado, el joven que recorre Estados Unidos, el anónimo ser de la Ciudad de Nueva York.
Walker, el de Invisible, puede ser Benjamin el de Leviatán o Fogg, del Palacio de la Luna. Un Stillman padre, de la Trilogía en Nueva York, puede ser el Born de Invisible. Los fantasmas se pasean con su pesada carga de jóvenes sobradamente intelectuales, de amantes de la literatura universal que son reducidos a mendicantes en una sociedad materialista y hecha a marginar lo improductivo. Seres estos personajes, también, automarginados, que no encuentran su nicho, porque entre otras cosas es como si la literatura no tuviese nicho. Todos lectores, escritores, nómadas de espíritu que no saben bien a qué aferrarse. Personajes veteranos cargados de enigmáticos pecados, terribles pecados que solitarios rumian su propia esencia, que más que comprendidos necesitan ser leídos, como el inverosímil Effing. Manuscritos exquisitos que viajan de acá para allá y recalan en manos de profesores de literatura, de escritores afamados, de pendencieros que pueden darle edición. Literatura y tipos típicos hacen el castillo fantasma de Paul Auster. Reiterada, pesadamente, una tras otra, las novelas guardan tras sus puertas alguno de estos fantasmas. Son los espectros que acompañan la singularidad capacidad creadora de Paul Auster, los fantasmas de su vida, de su alma, de su castillo interior, de él mismo: estudiante con ganas de maldito y marginado, insatisfecho, insumiso de la sociedad que le rodea … repite el tópico de su vida, el joven estudiante, la literatura, la escritura, la novela de fama, el viaje por Estados Unidos, los antiguos indígenas, algún viaje a París, y el escritor reconocido que rumia sus propios tópicos, es lo que le ocurre a Jim, el que conocemos en la Segunda parte de Invisible, que no es sino el alter ego de Adam Walker, el protagonista de la historia.

Una teoría del novelar en Invisible.

Adam Walker es el maldito. El maldecido por los elementos, por las circunstancias, por el sino, el azar, por la sociedad, sus padres, su hermana. Maldito por el hecho crucial de la novela, el impune y terrible asesinato de Williams. Jim es el afamado, el establecido, el reconocido afortunado hombre de literaturas, el escritor con cierto renombre. Es Jim quien definitivamente se encargará de dar forma a las memorias de Walker, el nómada Walker, para entregarlas al lector, al amante de los recorridos turísticos por las filigranas austerianas.
Jim el establecido, y Walker el andarín, nómada, son el Jano Auster. El escritor que circunda geografías y el escritor de silla, estufa y paredes. Son dos de los tópicos del atlas austeriano, dos espectros que novela a novela suelen aparecer, difuminados, entre las sobras, con distintas figuras, que están, que se los siente.
Entre estos dos personajes se enreda la madeja de la Universidad, de la ciudad, de Estados Unidos, de París, la literatura, la escritura, la publicación … El castillo, el terrible castillo fantasma. Paul Auster gira insistente entorno de él.

Desde aquí, nace una teoría de la novela. Y tal teoría justifica una novela, justifica Invisible.
Cuando Adam Walker no encuentra perspectivas posibles para sacar adelante sus memorias (es, en cierto modo, lo que le pasa a esta novela) Jim se atreve a escribir en connivencia con el lector:

En cuanto al muro que él había mencionado (se refiere a la imposibilidad de continuar el relato), le aseguré que todos chocamos con alguno, y que la mayoría de las veces la circunstancia de quedarse bloqueado se origina en un erróneo proceso mental: esto es, el escritor no entiende plenamente lo que trata de decir o, dicho de forma más sutil, se ha equivocado al enfocar el asunto. A modo de ejemplo, le hablé de los problemas con que me había enfrentado en un libro anterior mío –también de memorias (en cierto modo)-, estructurado en dos partes. Escribí la primera parte en primera persona, y cuando acometí la segunda (que trataba de mi vida de forma más directa que la anterior), escribiendo también en primera persona, fui quedándome cada vez más insatisfecho con los resultados … y entonces una noche se me ocurrió la solución. Comprendí que me había equivocado de enfoque. El hecho de escribir sobre mí mismo en primera persona había obligado a contenerme, haciéndome invisible, impidiéndome encontrar lo que andaba buscando. Me faltaba distanciarme, dar un paso atrás y crear un espacio entre mí mismo y el tema (que no era sino mi propia persona), así que volví al principio de la segunda parte y empecé a escribirla en tercera persona. Yo se convirtió en Él, y la distancia establecida por aquel pequeño cambio me permitió acabar el libro”.


Es la gran confesión de Invisible, última de Paul Auster, de su invisibilidad. Pero no cuela. Los tópicos cantan como las sirenas. El Paul Auster, Jim, que teje y desteje en la espera, como Penélope, adecenta la trama en que quiere meternos el Odiseo Walker.
Aunque después de todo hay quienes no tapan con cera sus oídos.

A propósito: Una visión de Enrique Vila-Matas.

http://www.enriquevilamatas.com/autobiografia.html

Enrique Vila-Matas escribe en Relecturas de Babelia, número 966, (el especial dedicado a La feria del Libro de Madrid), un artículo titulado Un día hay vida, que reza en entradilla: “No hay lugar más mítico en la obra de Paul Auster que el cuarto del número 6 de la calle Varick: Allí escribió El libro de la memoria, la segunda de las dos partes de La invención de la soledad que se inaugura con una frase que ha vencido al tiempo”. Un día hay vida. Tal descubrimiento de la vida, hace decir a Vila-Matas que Auster es cervantino, solo porque la frase sintoniza con la loa vital del moribundo Cervantes en el Persiles. Crasa diferencia vital ésta. Cervantes está hecho de madera nómada. Nunca está entre paredes, apenas crea fantasmas, si crea, crea vida. Pero fuera de estas pequeñas diferencias, hay en el artículo de Vila-Matas reveladoras vicisitudes intelectuales que pueden mover a reflexión.

- “No hay Auster –dice- sin la invención de un cuarto cerrado y sin la invención de la soledad en ese cuarto, del mismo modo que no hay soledad sin la escritura, ni escritura sin un lugar”.

De ahí la trascendencia del 6 de Varick. Pero no, no se trata únicamente del cuarto de tan singular lugar, sino del castillo, el castillo de Auster que es el topos verdadero del escritor, su tópico crucial, el lugar que verdaderamente habita y rumia.

- “Auster enlaza sutilmente la reflexión acerca de su papel de hijo con su propia paternidad y con la soledad del escritor, y logra así que invención y aislamiento se hermanen en un encuentro doblemente trágico”.

Y tan trágico, que el escritor se desdobla en escritores, sus propios fantasmas. Y el desdoblamiento configura una teoría de la novela. En este sentido, sin duda, el aislamiento de Paul Auster es más que proverbial.

- “…que una habitación es tanto el espacio central del drama humano … Porque no todo lo que ocurre entre las cuatro paredes de la conciencia es tedio, angustia, pesadumbre, desesperación”.

No lo es, porque Auster no puede ser romántico. No vive de sus experiencias sentimentales, ni de sus anhelos. Vive únicamente de sus invenciones. Pero sus invenciones adquieren la naturaleza de fútiles espectros.

- “…certeza que, a decir verdad, se acopla como un guante al ritmo de los trayectos mentales construidos por nuestros propios pasos y termina por acercarnos siempre a la vida”.

Pero el acercarse a la vida de Auster es, al tiempo, un alejarse de la misma. Un obligarse a novelarla. Este es el drama vital y creativo de Paul Auster.

Por qué sea lo aventuramos … pero hay escritores que pueblan sus obras de espectros. Auster es uno. A lo mejor esta es una de las claves de sus éxitos.

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