EXPOSICIÓN DE MONET EN EL THYSSEN





Monet y la Abstracción, hasta el 30 de Mayo en el Thyssen. Reflexionar para ver.

Monet. El popular, dulce, atractivo y supuestamente fácil Monet. Justo cuando queda apenas un año para decidir la permanencia de la colección de Carmen Thyssen en el eje museístico de Madrid. Ya sabemos cuales son los argumentos de peso de esta colección magnífica: los impresionistas, los expresionistas abstractos, la pintura holandesa. Es decir, un goloso complemento de las ausencias del Prado, o del Reina Sofía.
Y aquí están, justo cara a cara con la excusa de la abstracción: los expresionistas abstractos americanos, como Jackson Pollock o Mark Rothko, y el impresionista de impresionistas, Monet. La exposición, exquisita, con más de cien obras de artistas esenciales de la contemporaneidad en diálogo permanente con las de Monet, mama de una idea fundamental, que es, al parecer de la comisaria Paloma Alarcó, conservadora del Museo Thyssen-Bornemisza, que la pintura más rabiosamente abstracta e informal, que las vanguardias, no pueden, ni deben, sustraerse a la influencia del viejo Monet.

Para ello se pone en candelero la categoría de “abstracción”. Y en la abstracción se hace comunicar a Monet con Rothko por ejemplo. Lástima que pese a la concomitancia tengamos que reconocer que los caminos son muy distintos, muy dispares, que con ser abstracción -y esto habría que demostrarlo, por lo menos en el caso de Monet- son muy distintas abstracciones. No es que con esto se quiera desvirtuar la muestra, pero conviene aclarar cosillas, porque “abstracción” se nos vuelve una categoría que sirve para demasiadas cosas.
Desde luego, la larga vida de Monet (1840-1926) ayuda en mucho. Pintores longevos dan un juego terrible al historiador. Porque, la exposición, no quepa duda, tiene un fuerte cariz historiográfico. Y así, el más radical impresionista, es también, al final de sus días, un radical “descomponedor” de formas en pinceladas y luz: lo que trató de ser siempre, un pintor del natural efímero, pero que visto a la legua de casi un siglo, nos permitimos el lujo de tildar de “abstracción”. Nada que ver desde luego con los americanos que son pintores del “gesto”, del proceso, más que del resultado, Pollock, o de la interacción lumínico-cromática por sí misma, Rothko, o del borboteo de lo interno, De Kooning. A lo mejor es ahí, precisamente, donde mejor podrían comunicar con Monet: en la rapidez ejecutiva, en la instantaneidad, solo que en el francés hay todavía demasiado de ojo. Y puestos a sacar del quicio, ¿por qué no plantearnos que han sido estas vanguardias, precisamente, las que nos han hecho mirar la pintura del viejo impresionista de otra manera? Más tiene esto de creíble que lo que nos quieren vender Paloma Alarcó y Guillermo Solana.
Es que la cronología tampoco es suficiente para entender la influencia supuesta, o las conexiones. Monet pintaba aislado, y su pintura estaba aislada, era una pintura al margen de las corrientes innovadoras, si bien todo lo valiosa que se quiera. Búsquense cuantas coincidencias se quiera, la pintura de Monet es, eso, Monet. Por lo demás, la exposición es una vuelta de tuerca sobre las excelencias de la colección y del Museo Thyssen, es decir, la pintura impresionista, la pintura abstracta …
Claro que la muestra tiene tanto de bella como de excesiva, justo ahora, justo cuando Carmen Thyssen dialoga con Cultura la permanencia de su colección en el eje madrileño de la historia de la pintura, justo cuando Monet se las ve con las fieras de la abstracción expresiva.

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