¿Colapsaremos? Jared DIAMOND. Una Introducción a la idea de PROGRESO



El “PRÓLOGO” DE COLAPSO de Jared Diamond.

Alguien dijo en alguna ocasión, que no serían los filósofos los que en realidad tendrían que gobernar las sociedades, sino los geógrafos. Lo que entonces me pareció una perogrullada más o menos verosímil, hecha ante un auditorio de futuros geógrafos, no lo encuentro ahora tan fuera de razón. Sea porque los problemas que más nos acucian hoy en día son los económicos, los culturales y medioambientales en una mezcla insospechadamente compleja como nunca la historia ha vivido. Y el geógrafo tiene la virtud de estar a medio camino entre la fisis y el nomos. Se arropa cada noche con el paisaje natural y el medio salvaje, o con los espacios antropizados. De estos ha de ser Jared Diamond (1937), quien ha ejercido de profesor de Geografía en la Universidad de California (probablemente aún lo haga). No obstante su ámbito de formación se relaciona con la Biología y la Medicina (microbiología). Su renombre creció cuando recibió el premio Pulitzer a finales de la década de los 90 por Armas, gérmenes y acero. No obstante ya era autor de suficiente renombre por obras como El tercer chimpancé.
Siempre en una línea que podríamos considerar muy vinculada a la Sociología y a la Antropología, Diamond ha perseguido los fundamentos del comportamiento humano, o como es el caso de la obra que vamos a comentar: qué motiva y cómo, las peculiaridades de la relación de las sociedades humanas con su entorno.
La contraportada de la edición española, a cargo de la editorial Debate, señala que “Jared Diamond se pregunta en Colapso cómo unas sociedades han desaparecido sin apenas dejar huella de su evolución mientras que otras, adaptadas al medio y gracias a unas condiciones especiales de crecimiento han alcanzado una próspera civilización material y cultural”. La clave para la respuesta está en el trato que esas civilizaciones, culturas, dispensaron al medioambiente. Colapso es una de las respuestas posibles. Bueno, es la respuesta que al respecto más miedo puede darnos. ¿Colapsará nuestra civilización tan supuestamente irreverente con el medioambiente? -es la cuestión que no podemos dejar de hacernos cuando hemos sido lo suficientemente informados sobre la naturaleza de este libro-.
Sin embargo, esta es una cuestión que el hombre occidental viene haciéndose desde largo. En concreto en los estudios de la Ciencia histórica y de la Filosofía de la Historia no son pocos los que se ha atrevido a futurizar o perorar. Poco duró el recuerdo de La decadencia de Occidente, de Oswaldo Spengler, que tantos ríos de tinta hizo correr a principios del siglo XX, y que ciertos agoreros tratan ahora de poner de moda. Los Estudios de historia de Arnold J. Toynbee, tampoco andan a desmano, y plantean una dinámica de civilizaciones y culturas que recuerdan en no poco al proyecto de Diamond.
Claro que Diamond es un norteamericano, directo, certero, con ánimo de periodista, y bastante más pragmático y experimental que aquellos pesados posthegelianos e historiadores del imperio británico. Además su objetivo se centra en el medioambiente. No sé si esto es un punto a su favor o en su contra. Pero es lo que me ha llevado a entresacar los valores capitales de su metodología y de su filosofía de trabajo que, grosso modo, están expuestos en el “Prólogo” a la gran obra de casi 700 páginas.

Lo primero que alguien con pretensiones de geógrafo debe de hacer, es abrir los ojos. Diamond lo ha hecho: “…hasta las sociedades más ricas y tecnológicamente avanzadas –dice- se enfrentan hoy día a problemas medioambientales y económicos que no deberían subestimarse”. Razones de peso, desde luego, para abrir los ojos: el medioambiente y la economía, tan enrevesados, tan confusos, tan supuestamente antitéticos.
Pero Diamond también mira al pasado, según él, “rica base de datos” con la que aprender, “a fin de que continuemos teniendo éxito”. El éxito consiste en eludir, pues, el colapso. Presente y pasado se citan ante el abismo del colapso, del miedo al fin del progreso, de las contradicciones inherentes a economía y medioambiente.

Pero ¿qué es “el colapso”? He aquí la definición del autor: “…un drástico descenso del tamaño de la población y/o la complejidad política, económica y social a lo largo de un territorio considerable y durante un periodo de tiempo prolongado”. Lo que demuestra que tras las pretensiones definidoras y metodológicas de su autor, late la acostumbrada loa del progreso, del avance, de la humanización del medio.
Otro concepto clave con el que el autor acompaña este de colapso es “ecocidio”. Los más de los colapsos que conocemos –dice- son en rigor ecocidios: destrucción inadvertida de los recursos naturales de los que depende una sociedad determinada y que conducen de forma irremediable al colapso. De manera que vemos que el progreso no es posible sin cierto dominio, dominio de sí, limitación y conocimiento por parte de los activos humanos. Que el ecocidio es el resultado del exceso, de lo irracional, de lo incontrolado.
Conviene por lo tanto que centremos nuestros pensamientos en estos a prioris de su opinión: el progreso controlado y el ecocidio incontrolado, a fin de cuentas el archiconocido debate de la luz y la pasión oscura.

Ocho tipos de ecocidios son en este caso los presentados, como ocho categorías por las que la sociedad “se ha debilitado” o se debilita: 1) DEFORESTACIÓN. 2) CONTAMINACIÓN Y DESTRUCCIÓN DEL SUELO. 3) GESTIÓN DEL AGUA. 4) ABUSO DE LA CAZA. 5) PESCA EXCESIVA. 6) INTRODUCCIÓN DE NUEVAS ESPECIES. 7) SUPERPOBLACIÓN HUMANA. 8) AUMENTO DEL IMPACTO PER CÁPITA DE LAS PERSONAS.

Ante estos caben dos actitudes que en rigor son actitudes históricas. Una, considerar que los pueblos del pasado y/o los pueblos del primer mundo hoy, son administradores prudentes de los recursos, se supone que frente a la imprudencia de las sociedades más desarrolladas. Otra, contraria, vendría a considerar que la falta de desarrollo de esas sociedades constata el hecho de su impericia con el medioambiente. El autor es conciso ante estas dos visiones del problema: “Gestionar de forma sostenible recursos ambientales ha sido siempre difícil, desde los tiempos en que el Homo sapiens desarrolló su ingenio …” “Cualquier pueblo puede caer en la trampa de sobreexplotar los recursos medioambientales …”
Por eso Diamond se obliga a estructurar una serie de posibles factores que precipitan la sobreexplotación y el advenimiento de las categorías señaladas: A) EL DETERIORO MEDIOAMBIENTAL. (Daño inadvertido que se causa al entorno). B) CAMBIO CLIMÁTICO. (Cambio natural del clima). C) EXISTENCIA DE VECINOS HOSTILES. D) SOCIOS COMERCIALES AMISTOSOS. (Posible aislamiento de sociedades). E) LA RESPUESTA DE LA SOCIEDAD AL PROBLEMA MEDIOAMBIENTAL. (Cada sociedad tiene su modo de respuesta que puede ser más o menos adecuada a los problemas que ha generado con su entorno).
Este planteamiento concita la problemática en un acontecer histórico de largo plazo. No es extraño por lo tanto que para ejemplificar las tesis, Diamond recurra por igual a civilizaciones y sociedades desaparecidas y presentes.
El hecho de que esta situación tan al largo plazo haga que el problema mediomabiental sea un problema inherente al hombre, un problema humano desde tiempos prehistóricos, desubica las tesis tradicionales de resolución al supuesto problema: el supuesto ecologismo (utopía insostenible), el antiecologismo, cerrazón que abre al irracionalismo colapsador.

“Hoy en día las cuestiones relacionadas con el impacto ambiental humano suelen ser polémicas”: de un lado distingue Diamond al bando ecológico, de otro al bando no ecologista. “Mi punto de vista es que mientras los ecologistas no estén dispuestos a involucrarse con las grandes empresas que son algunas de las fuerzas más poderosas del mundo moderno, no se podrán resolver los problemas medioambientales del mundo”. Lo que es una fantástica solución al problema, claro es, una solución pragmática, e “involucrada” que no renuncia al progreso humano, pero que, evidentemente, necesita de la presión escindida de dos partes que ven de manera distinta el futuro del mundo.

Y este es el problema fundamental entonces: ¿Qué es el progreso humano? ¿En qué consiste? ¿A dónde nos lleva o a dónde pretenden llevarnos con él? ¡Progreso! Y no hay progreso sin praxis.

De su pragmatismo, y de su confianza en el progreso, dan buena fe dos elementos de su metodología:
- El método comparativo de distintas sociedades (algunas del mundo moderno y otras del pasado) como única posibilidad para “alcanzar conclusiones convincentes”.
- El expresar con optimista vehemencia que “por primera vez en la historia nos enfrentamos al riesgo de un declive global. Pero hoy día también somos los primeros en disfrutar de la oportunidad de aprender rápidamente de los avances de las sociedades de cualquier otro lugar del mundo, y de lo que han desplegado las sociedades de cualquier época del pasado”.

En este sentido también habría que preguntar al autor cuándo esas sociedades se enfrentaron a lo que nos enfrentamos hoy. A fin de cuentas ¿deben los geógrafos gobernar la polis global?

1 comentario: