de PAUL AUSTER



Sobre la última de Paul Auster. (I) Cosillas. Flecos.


La gran pregunta: ¿Funcionarían las dos primeras partes de Invisible sin sexo? Retruécano de la pregunta: ¿Funcionaría el sexo sin los dos primeros capítulos de la novela? Quiero decir, que no puede ser un sexo fácil el novelado, aunque lo sea. Bueno, es fácil, si, porque acontece con facilidad y ocurre con facilidad, y se nota que quien más lo busca es el autor. Que así ocurra es algo que atañe a la historia, una historia la de estas partes en la que apenas se nos cuenta algo, esto es lo curioso. Pero es un sexo difícil y disparatado porque en la Primera Parte tiene vestidura de adulterio. No es un adulterio del todo, si bien el sexo es sexo, un sexo no muy explícito pero muy sugestivo. Digo que es más difícil porque el señor Born, pareja de Margot y no su marido, está ausente, fácilmente ausente, cuando ésta se desata en pasión por Walker, algo así como el protagonista.
Luego está la segunda parte en que se nos cuenta con detalle –este sí que es más explícito- las relaciones incestuosas de dos hermanos, el tal Walker de por medio y su hermana Gwyn, en la adolescencia y en la madurez. Esto sin descartar otras experiencias de autosexo a que se ve conducido nuestro supuesto protagonista por la sugestión morbosa a que mueven las interminables horas de estancia en la biblioteca en que trabaja. Pobre Walker, víctima de tan terribles pulsiones.
De otro lado, la Parte Primera gira en torno al relato de un vil asesinato. La Segunda en torno a la desgraciada muerte de un niño y el consecuente desgarramiento de una familia, la familia Walker.
Lo que está claro es que si no hubiera sexo, seguro, no habría novela. ¡Lástima no poder preguntar a Paul Auster! Porque sí, el asesinato es muy determinante, y sin duda se acompaña de párrafos de notable intensidad, de no poca sorpresa. Y la exposición del sexo adquiere en la segunda unos tintes de expresión poética a veces deliciosa, a veces de profunda cuasi psicología. Pero lo fundamental es el sexo, y ya está.
Luego dirán que, cebar la crítica en estos asuntos, es dejarse ver el crítico la componente burguesa, mojigata, cicatera y llena de prejuicios. Estrecho, carente de sensibilidad e incapaz de apreciar las bellas palabras con que se elogia el sexo, el crítico marra, bucea, pero no encuentra. Está claro, soy un mojigato reprimido. ¡Qué le vamos a hacer!

Después de estas dos primeras partes, el sexo, que adquiere un último clímax puntual en las relaciones que mantienen Walker y Margot en París, se difumina, languidece, desaparece. Pero en su decadencia tiene la fuerza suficiente para hacernos de Margot, la sugestiva Margot, que era un personaje delicioso y algo delicado, distante, apartado e interesante, una obsesiva del sexo. No hablemos del propio Walker, de sus ocurrencias, sus reflexiones, sus facilidades y deslices, por las que acaba confesando cierta erotomanía.
Es dignísima labor el contrastar algunas de las manifestaciones lingüísticas incursas en pasajes de erótica trivial, porque aquí, ni quepa duda, la erótica es trivial. Vamos a ver.

Ejemplo 1
“…hasta entonces siempre había hecho el amor a oscuras, preferiblemente bajo las mantas, copulando con chicas que eran tan tímidas y torpes como él, pero Margot estaba tan cómoda consigo misma, era tan entendida en las artes de besar, chupetear y mordisquear, tan poco reacia a explorarme con las manos y la lengua, a atacar, a derretirse, a entregarse sin timidez ni vacilación, que no tardé mucho en dejarme llevar …”

Ejemplo 2
“Os seguisteis besando durante largo rato, ronroneando los dos y manoseándoos mientras vuestras lenguas se agitaban y la saliva se escapaba de vuestros labios. Por fin te armaste de valor y colocaste la palma de las manos en sus pechos, en sus pequeños senos, aun no plenamente desarrollados, y por primera vez en tu vida te dijiste a ti mismo: estoy tocando los pechos desnudos de una chica …”

Ejemplo 3
“Margot le dice que acostarse con alguien es lo único que cuenta en la vida para ella, que si no pudiera mantener relaciones sexuales seguramente se suicidaría para escapar del aburrimiento y la monotonía de estar atrapada en la propia piel. Walker no dice nada, pero al correrse dentro de ella por segunda vez, se da cuenta de que comparte su opinión. Le encanta follar. Aun en las garras de la más agobiante desesperación, joder lo vuelve loco. El folleteo es el dios y el redentor, la única salvación en la tierra”.

Indistintamente de que el ejemplo 1 contradiga al ejemplo 2, lo que puede interpretarse, como siempre se hace en estos casos cual justificable lapsus mental del protagonista, quien se expresa en primera persona, estos tres ejemplos manifiestan la mezcolanza de actitudes en la representación del sexo en Invisible. Una realista. Una poética. Una vulgar. El sexo expresado de forma realista. El sexo expresado en forma poética. El sexo expresado en forma vulgar. A veces se mezclan en una misma escena. A veces se escinden, se independizan. Ahora bien, todo un sexo fácil. Eso, un sexo fácil que es difícil.
Es que el sexo se desarrolla, crece, aumenta en volumen. Y lo que resulta más curioso: cuanto más crece y más se desarrolla, más se empobrecen los personajes, más elementales, menos proyectivos, menos profundos.
A veces pienso que el sexo es el relleno de una novela en la que hay poco que contar. Y puede darse el caso de que esta sea un ejemplo. Porque como en las dos últimas partes hay algo más que contar, el sexo pinta mucho menos. No es que la trama se complique demasiado, ni es que los personajes se acomoden ahora en un puritanismo desolador, es que lo que había que contar, que era bien poco, se precipita, se viene encima, y claro, el relleno queda al margen.


Una de las claves del éxito: si tiene poco que contar, rellene con sexo.

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