A PROPÓSITO DE UNAS CONFERENCIAS SOBRE EL GRECO.

Prosiguen los actos y actividades que adelantan el centenerio de la muerte del Greco. Entre ellas, la exposición que ya reseñamos, así como un ciclo de conferencias de la que ahora nos hacemos eco, ambas celebradas en Ciudad Real. Otro se abre próximamente en Burgos.



DOÑA PALMA MARTÍNEZ BURGOS. UCLM Facultad de Humanidades de Toledo.
Antiguo Convento de la Merced. Diciembre de 2010, Ciudad Real.

La Doctora Palma Martínez Burgos, Profesora de la Facultad de Humanidades de UCLM, incidió en el extremado ambiente culto de la capital de Toledo cuando en ella se asienta el Greco allá por los inicios del último cuarto del XVI. Es este un factor en el que también abunda el clásico, Cossío. En efecto, pero entre las tesis de Palma y las de Don Bartolomé, media una pequeña distancia. La pretensión de la Doctora Martínez Burgos era mostrar en todo momento que el ambiente pictórico de Toledo andaba lejos de ser pobre, como corresponde a la que hasta hacía poco había sido la capital del gran Imperio. Además, algo en lo que abundar que no es de poca enjundia, era Toledo sede de la Catedral primada, de la que brota como hontanar el mecenazgo de la iglesia. Cossío por su parte no niega en abundar que Toledo tiene su importancia, aunque “no era ya esta ciudad en aquel tiempo capital política de la monarquía”. Y en este ambiente más laico, afirma “… al lado de tanto esplendor arquitectónico, escultórico y decorativo, contrastaba la pobreza en pintura …”
Es aquí donde cobra importancia la intervención de Palma Martínez, porque a redropelo, y merced a ciertas imágenes se puso en evidencia la conexión de temática y pictórica de las obras del cretense con otras de autores como Navarrete “el mudo”, o Luís de Velasco, o Blas de Prado. Es curioso, a propósito de estos dice Cossío: “… lejanos aún los espléndidos días de Ribera y Velázquez, cuando el Greco llegó a España, e insignificantes y vulgares, si los hay, entre todos, eran aquellos oscuros pintores de la catedral, Luís de Velasco y Blas de Prado, de quienes nadie se acuerda ya, y a quienes no podría menos que mirar con desdén nuestro Dominico en Toledo”.
Bueno, la verdad es que esto demuestra que, por supuesto, todo está siempre por estudiar. En breves pinceladas pareció a todos que, en efecto, Dominico tenía alguna conexión con su hacer, y con su proceder. Esto no quita para reconocer que tal vez la verdadera pretensión del Greco fuese la de participar como pintor en la obra del Escorial. Pero hace sospechar que en Toledo se afincó y que trató de agradar a una clientela que ya tenía ciertos gustos consolidados. No obstante, el Greco no renunció a ser el Greco.
De hecho, Velasco, o de Prado, estaban también vinculados al Escorial. El Greco abundó en otra suerte de originalidades, digamos, como ya se reconocería en su época, excentricidades.
Para la Doctora Palma estas salidas del tono en la época y el lugar, estas fábricas extemporáneas del raro Greco, se mostraron en distintas vertientes; las principales, a decir de la conferenciante fueron el paisaje, el tratamiento del desnudo, y la recurrencia al mito clásico.


Lo del paisaje es bien cierto. Toledo se convirtió en una obsesión de fondos, de espacios complementarios, de motivo por sí. Toledo inicia en el Greco la historia del paisajismo español. Un Toledo onírico a veces, real, extremadamente recreado otras. Un Toledo sin duda obsesivo.
El tratamiento del desnudo, que pasa a ser en ocasiones tema central (San Sebastián) no es menos llamativo para la profesora Martínez. Un desnudo que ha movido a reflexiones ambiguas pero que se sale sin duda de la mentecatez de época, y de la situación mojigata de la espiritualidad española, sustituida aquí por una sensibilidad más que carnal. ¿Era el Greco ese pintor atrevido y desafiante que nos quieren vender? Pero bien podemos pensar que la tradición pictórica en la que mamó el cretense era esta, al menos desde sus tiempos italianos. No era extraño que impostase ese proceder en la negra España.
Curioso es el Greco amante del mito. El caso de Laocoonte y sus hijos es notable. Aunque debemos reconocer que no es el asunto el mito, así, a verdad desnuda, sino el trato enigmático y extraño que ese mito adquiere. Cuadro raro, cuadro paradójico en el que, precisamente se mezcla eso, paisaje, mitología y desnudo.




MARI CRUZ DE CARLOS BARONA Y FERNANDO MARÍAS.
Antiguo Convento de la Merced. Ciudad Real. 12 de Enero de 2011.

La Doctora de Carlos introdujo al planteamiento de la exposición El Greco: los apóstoles. Santos y locos de Dios, celebrada en el Antiguo convento de la Merced y previamente en el Palacio del Infantado de Guadalajara. Dos espacios que por su naturaleza, habían requerido dos distintas resoluciones en su formato.
Las pretensiones eran dos. De un lado Relacionar el Apostolado con distintas estampas de la época, no por la inspiración formal, ni porque pudieran servir de modelo al Greco, sino simplemente para evidenciar la importancia que esta temática adquirió en la época. Sin duda, según Mari Cruz de Carlos, era un acompañamiento perfecto a los trece óleos del Greco.
En esta relación, la iluminación se erigía como el problema fundamental a resolver, especialmente, insistió, en las estampas.
De otro lado, abrir a la curiosa interpretación que sobre estos Apostolados del Greco se ha vertido en la historiografía desde que Cossío insinuase los parecidos de estos apóstoles con los enajenados. Sea. En este sentido la clave radicaba en los paneles pedagógicos y en los juegos que se derivaban de las distintas citas.

Por su parte, el Doctor especialista en el Greco, y gran conocedor de la Historia del siglo XVI, Don Fernando Marías, analizó la tesis extraordinaria de la vinculación entre locura y los cuadros del Apostolado.
Es el San Bartolomé el apóstol del Greco que da pie al famoso comentario de Cossío con el que se inicia esta historia, es verdad. Curiosa ocurrencia que iba a dar que hablar en un futuro y cuyo bagaje peregrino Don Fernando trataba de demostrar. Por tesis similares desde luego, pasaron autores como Camón Aznar, ansioso tal vez de vincular al greco con el misticismo del solar hispano, esos locos místicos. Pero va a ser el Doctor Gregorio Marañón quien lleve la relación hasta la absoluta perplejidad. Si bien el doctor no considera al greco un loco, sea, si considera que debió de inspirarse en locos. ¿Qué iba a ser si tan cerca estaba el Hospital del Nuncio? El Greco retrata, pues, místicos, enfermos de locura.



A tal extremo llevó la tesis el bueno del psiquiatra que retrató a locos con las indumentarias correspondientes al los personajes del Greco. Canta la similitud, Pero canta demasiado. La tesis, señalaba Fernando Marías era una vía perversa, un mundo de ficción con aires historiográficos, acaso cargado de buenos deseos, pero nefasto. Difícilmente, dijo, el Greco accedió a estos locos.
Fue curiosa a este respecto alguna intervención desde el público, sugestionado por este poder y proceder de la locura. No cabía duda, señaló el anónimo, que el procedimiento historiográfico y anecdótico de Gregorio Marañón peca de aventura. De esto no se deriva sin embargo que Domeniko no sintiese cierta atracción por personalidades tan diversas. Salió así a luz la labor de contemporáneos, cuya preocupación anduvo por esos derroteros, sea el caso de la locura tratada por Cervantes. O los locos que Velázquez y otros anteriores a él, también pintores de corte, habían pintado otorgando honorabilidad a las sabandijas de palacio. O las comedias que tenían al Manicomio del Nuncio como disparatado lugar de la trama, por caso en Lope de Vega. Ello demuestra sin duda una curiosa atracción por la locura en el siglo de Oro español.
Fernando Marías contestó desvinculando las pinturas del Greco de esas pretensiones, ciertamente humorísticas, y alejadas de un posible retrato de la locura misma, que es lo que parece presidir los cuadros del apostolado. Sólo hasta Goya, y el romanticismo hemos de suponer, señaló, no se da una atracción por la locura como tal. Sea digno de estudio, sin duda.

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