ART PROJECT de Google




Entre la realidad y la virtualidad: la virtud del Arte.

Ni Rembrandt ni Van Gogh crearon sus obras para ser contempladas en internet. Claro que nadie elige el uso de aquello que crea o inventa. El uso es algo, como diría Zubiri, que atañe al sentido de la cosa, y el sentido no es la nuda realidad, sino un modo de la realidad. El uso siempre viene después. Por lo mismo, la visita a un Museo virtual, pongamos por caso el Reina Sofía, no es, desde luego, la visita al tal museo, sino que, diríamos, participamos “en cierto modo” de esa visita, hacemos, pues, un uso de la visita real, este uso es la visita virtual.
Aún así, es verdad, podría decirse que, a pesar del carácter virtual de la visita, aún mantenemos en nuestro vocabulario museístico, ese valor que tanto nos gusta recrear y exaltar: “la emoción estética”. Pero ¿de qué emoción estamos hablando? ¿Se trata de la emoción derivada de la visita real al cuadro, o se trata de la emoción de la visita virtual, evidentemente distinta? ¿O bien podríamos decir que ambas emociones son la misma supuesto que la obra es la misma? ¿Aceptaremos que una emoción estética puede ser modal, plural? ¿Que hay muy distintos modos de gozar un mismo cuadro?
En efecto, ya el directo, museo, es un modo de contemplación Un modo distinto, sin duda, al de contemplar el cuadro en el lugar específico para el que fue ejecutado. Algo de esto vimos en una entrada precedente de este blog, a propósito de la Exposición del Greco en Ciudad Real. Desde luego, hay una realidad que es, parafraseemos a Ortega y Gasset, “la realidad del cuadro”. Una realidad inevitable que sobrevive a la circunstancialidad y al modo de conectar yo y él. El cuadro mantiene una serie de relaciones en su forma, estructura, técnica … el cuadro es el que es y sus relaciones se mantienen por igual dentro de su propio marco, ya sea en la coqueta iglesita apenas iluminada, ya sea en el gran museo de muros blancos, en el saloncito burgués o en el espacio virtual que dibuja mi pantalla de ordenador desde el Google Art Proyect. Por estas relaciones internas, propias de la obra de arte, yo puedo decir que este cuadro es de Juan Gris, o “La ronda de noche” del áureo Rembrandt. Es más, puedo decirlo porque ése, y no otro, es el cuadro que Gris o Rembrandt dieron por finalizado, según su voluntad creativa. Son “su” cuadro y no el cuadro del medio o el cuadro del espectador.

Dirán en efecto, y con acierto, que existen cualidades que están dentro del cuadro y que solo pueden apreciarse en el contacto visual directo, sin ningún tipo de intermediarios. Por lo mismo que puede decirse que el cuadro es algo que completa el espectador y que nunca termina el autor, que la experiencia estética es la de cada cual. Por lo tanto, que para ciertas exquisiteces perceptivas, la desaparición de intermediarios entre obra y contemplador resulta esencial. Sí, es cierto. Sea la tactilidad, sea cierto brillo en la materia impregnada … sean mil cosas, muchas que, sin duda, pudieron pasar desapercibidas incluso al propio autor. No obstante, esta justificación del directo no es muy distinta de otra según la cual la relación con una obra de arte también depende del estado de ánimo, o de la predisposición estética del espectador, en fin, de la sensibilidad. O quién sabe … ¿es que la buena y delicada iluminación de un lienzo en un pulcro museo es garantía de no estar falseando las pretensiones del Caravaggio de turno?

Esta problemática se perpetúa en las distintas aplicaciones que el ingenio fotográfico virtual nos permite realizar con Art Project. Uno puede crear su “Museo virtual” y jugar a ser Malraux, más que Felipe IV. Y por qué no, podemos jugar a ser Duchamp y pintar bigotitos en cuantas obras nos apetezca. Son proyecciones más o menos ricas del museo imaginario, nada más, multiplicaciones virtuales y reduplicaciones permutables de los fondos museísticos.

Asistimos, también, a la descomunal importancia que adquiere el detalle y la “micromirada”. Es como entrar con prismáticos en el lienzo, trasunto que sin duda nunca fue el objeto del artista; a no ser el de ese excéntrico de Leonardo. Ahora bien, trasunto que nos sirve a todos para adquirir información sobre la técnica, sobre el proceso, sobre las condiciones, etc.; esto es, para hacer ciencia de una obra creada y ya irrectificable. No se trata de anular la visión general (que es la predominante) sino de complementarla, o eso parece. ¿En qué sentido podría ser la micromirada el sentido del cuadro? Las dimensiones físicas y reales, se supone, siempre tienen algo que decir, si no es que dicen lo principal. Y estas, casi nunca están presentes en la mayoría de los medios. Baste citar que la carrera de Historia del Arte es más que nada una carrera de manuales y de reproducciones. ¿Diremos que la emoción derivada de la micromirada, por no hacer de todo ciencia, es la misma que la que se deriva del cuadro de tamaño real? ¿Diremos que es distinta? ¿Qué la complementa? ¿O que, simplemente, no es emoción?

Difícilmente puede nuestra época escapar al proceso de la reproductividad técnica. ¡Bendito Benjamin! Pues bien, es este el mismo que el de la “virtualización de la realidad”. Y ambos forman parte de un problema aún mayor que por el momento los deja insolubles, es el problema de la definición de qué sea la realidad. No se preocupen, no se resolverá la virtualidad así como así. Adelantemos no obstante una hipótesis: ¿existe en realidad lo virtual? ¿Puede existir la realidad virtual? Y entonces el lío se agranda porque, ¿qué otra cosa es el arte, y ha sido, sino realidad virtual? La realidad del cuadro no es sino la virtualidad del cuadro. En fin, que tamaño problema no se resuelve si no nos ponemos de acuerdo sobre qué es la realidad. Y luego sobre qué sea la realidad del arte. Total nada. En tanto, estamos en la época del “todo vale”, y el Project Art de Google es eso, una radical expresión de ese “todo vale” en la época de la reproductividad técnica. Allá cada cual. Tal vez esto dé libertad al espectador, y si cabe, más áurea al original. ¿O ya no existen originales? ¿Estaremos pasando de la versión platónica a la inversión platónica? Saludemos a esta inversión del platonismo: ¡salve Art Project!

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